Algebra de Baldor

| Índice temático de los Ejercicios del álgebra de Baldor | Lista de los Ejercicios del álgebra de Baldor | Biografía de Aurelio Baldor | ¿Qué es el álgebra y para qué sirve? |

       ¡Bienvenidos a esta página web donde comparto detalladamente el procedimiento y la solución de los desafiantes ejercicios y problemas planteados en el renombrado libro de álgebra del profesor Aurelio Baldor! Aquí, podrás encontrar un recurso invaluable para fortalecer tus habilidades matemáticas y alcanzar un dominio completo de este fascinante tema. Mi nombre es Juan Beltrán y me complace ser tu guía en este apasionante viaje hacia el dominio del álgebra. Explora con confianza y no dudes en consultar cualquier duda que tengas. ¡Acompáñame y juntos descubriremos la belleza y la lógica detrás de los números y las ecuaciones algebraicas!

Índice temático de los 305 ejercicios presentados en el libro de álgebra de Baldor

  • Ejercicios sobre cantidades positivas y negativas: 1, 2 y 3
  • Nomenclatura algebraica: 4
  • Clasificación de las expresiones algebraicas: 5
  • Clases de polinomios: 6
  • Reducción de términos semejantes: 7, 8, 9 y 10
  • Valor numérico: 11, 12 y 13
  • Ejercicios sobre notación algebraica: 14
  • Suma de monomios: 15
  • Suma de polinomios: 16, 17 y 18
  • Suma de polinomios y valor numérico: 19
  • Resta de monomios: 20
  • Resta de polinomios: 21, 22, 23, 24, 25 y 26
  • Suma y resta combinadas: 27, 28, 29 y 30
  • Signos de agrupación: 31, 32, 33 y 34
  • Multiplicación de monomios: 35, 36, 37, 38
  • Multiplicación de polinomios por monomios: 39 y 40
  • Multiplicación de polinomios por polinomios:
  • 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47 y 48
  • División de monomios: 49, 50 y 51
  • División de polinomios por monomios: 52 y 53
  • División de dos polinomios: 54, 55, 56, 57, 58 y 59
  • Valor numérico de expresiones algebraicas: 60
  • Miscelánea sobre suma, resta, multiplicación y división: 61
  • Productos notables: 62, 63, 64, 65, 66 y 67
  • Miscelánea sobre productos notables: 68
  • Cocientes notables: 69, 70, 71 y 72
  • Miscelánea sobre cocientes notables: 73
  • Teorema del residuo: 74
  • División sintética: 75
  • Corolarios del teorema del residuo: 76 y 77
  • Ecuaciones enteras de primer grado con una incógnita: 78, 79 y 80
  • Miscelánea sobre ecuaciones enteras de primer grado con una incógnita: 81
  • Problemas sobre ecuaciones enteras de primer grado con una incógnita: 82, 83, 84, 85, 86, 87
  • Miscelánea sobre problemas de ecuaciones enteras de primer grado …: 88
  • Descomposición factorial: 89, 90, 91, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 107, 108, 109 y 110
  • Miscelánea sobre los 10 casos de descomposición en factores: 106
  • Máximo común divisor de monomios: 111
  • Máximo común divisor de polinomios: 112, 113 y 114
  • Mínimo común múltiplo de monomios: 115
  • Mínimo común múltiplo de monomios y polinomios: 116
  • Mínimo común múltiplo de polinomios: 117
  • Simplificación y reducción de fracciones: 118, 119, 120, 121, 122, 123, 124 y 125
  • Suma de fracciones: 126 y 127
  • Resta de fracciones: 128 y 129
  • Suma y resta combinada de fracciones: 130 y 131
  • Multiplicación de fracciones: 132 y 133
  • División de fracciones: 134 y 135
  • Multiplicación y división combinadas de fracciones: 136
  • Simplificación de fracciones complejas: 137 y 138
  • Formas indeterminadas: 139
  • Miscelánea sobre fracciones: 140
  • Ecuaciones numéricas fraccionarias de primer grado con una incógnita: 141 y 142
  • Ecuaciones literales de primer grado con una incógnita: 143 y 144
  • Problemas sobre ecuaciones fraccionarias de primer grado: 145, 146, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156 y 157
  • Miscelánea sobre problemas de ecuaciones de primer grado: 158
  • Problema de los móviles: 159
  • Fórmulas: 160, 161, 162 y 163
  • Desigualdades e inecuaciones: 164 y 165
  • Funciones: 166 y 167
  • Representación gráfica de las funciones: 168, 169 y 170
  • Aplicaciones prácticas de las gráficas: 171 y 172
  • Ecuaciones indeterminadas: 173
  • Problemas sobre ecuaciones indeterminadas: 174
  • Representación gráfica de una ecuación lineal: 175
  • Sistemas de dos ecuaciones simultáneas de primer grado con dos incógnitas: 176, 177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 184 y 185
  • Sistemas de tres ecuaciones simultáneas de primer grado con tres incógnitas: 186, 187, 188 y 191
  • Coordenadas cartesianas de un punto en el espacio: 189 y 191
  • Representación gráfica de una ecuación de primer grado con tres variables: 190
  • Sistemas de cuatro ecuaciones simultáneas de primer grado con cuatro incógnitas: 192
  • Problemas que se resuelven por ecuaciones simultáneas: 193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201 y 202
  • Miscelánea de problemas que se resuelven por ecuaciones simultáneas: 203
  • Calculo del número de combinaciones de m elementos tomados n a n: 204
  • Potencia de un monomio: 205
  • Cuadrado de un binomio: 206
  • Cubo de un binomio: 207
  • Cuadrado de un polinomio: 208
  • Cubo de un polinomio: 209
  • Binomio de Newton: 210
  • Triángulo de Pascal: 211
  • Término general: 212
  • Raíz de un monomio: 213
  • Raíz cuadrada de polinomios: 214, 215, 229 y 230
  • Raíz cúbica de polinomios: 216 y 217
  • Teoría de los exponentes: 218, 219, 220, 221, 222, 223, 224, 225, 226, 227 y 228
  • Simplificación de radicales: 231, 232 y 233
  • Introducción de cantidades bajo el signo radical: 234
  • Reducción de radicales al mínimo común índice: 235 y 236
  • Reducción de radicales semejantes: 237
  • Suma y resta de radicales: 238 y 239
  • Multiplicación de radicales: 240, 241 y 242
  • División de radicales: 243, 244, 245 y 250
  • Radicación de radicales: 246
  • Racionalización (expresiones conjugadas): 247, 248 y 249
  • Resolución de ecuaciones con radicales: 251 y 252
  • Simplificación de imaginarias puras: 253
  • Suma y resta de imaginarias puras: 254
  • Multiplicación de imaginarias puras: 255
  • División de imaginarias puras: 256
  • Suma de cantidades complejas: 257 y 258
  • Diferencia de cantidades complejas: 259 y 260
  • Productos de cantidades complejas: 261 y 262
  • División de expresiones complejas: 263
  • Representación gráfica de las cantidades complejas: 264
  • Resolución de ecuaciones de segundo grado: 265, 266, 267, 268, 269, 270, 271 y 272
  • Ecuaciones con radicales que se reducen a segundo grado: 273
  • Representación y solución gráfica de ecuaciones de segundo grado: 274
  • Problemas que se resuelven por ecuaciones de segundo grado: 275
  • Carácter de las raíces de la ecuación de segundo grado: 276 y 277
  • Dadas las raíces de una ecuación de segundo grado, determinar la ecuación: 278
  • Dada la suma y el producto de dos números, hallar el número: 279
  • Descomponer un trinomio en factores hallando las raíces: 280
  • Representación gráfica de las variaciones del trinomio de segundo grado: 281
  • Resolución de ecuaciones binomias: 282
  • Resolución de ecuaciones trinomias: 283 y 284
  • Transformación de radicales dobles: 285
  • Progresiones aritméticas: 286, 287, 288, 289 y 290
  • Progresiones geométricas: 291, 292, 293, 294, 295, 296, 297 y 302
  • Logaritmos: 298, 299, 300 y 301
  • Interés compuesto: 303, 304 y 305

¿Qué es el álgebra y para qué sirve?

       El álgebra es una rama de las matemáticas que se ocupa de estudiar las relaciones entre variables, expresiones y símbolos, y de manipular estas relaciones mediante operaciones matemáticas para obtener soluciones a problemas y ecuaciones.

       El álgebra utiliza letras y símbolos para representar números y variables desconocidas, lo que permite abordar una gran variedad de situaciones y problemas matemáticos de una manera más general y abstracta. Así, el álgebra nos ayuda a modelar fenómenos naturales o artificiales que involucran cantidades o magnitudes variables.   

      El álgebra se aplica en diversas áreas, como la física, la ingeniería, la economía y la informática, entre otras, y se utiliza para resolver problemas que involucran ecuaciones, sistemas de ecuaciones, desigualdades y funciones, entre otros conceptos. Por ejemplo, el álgebra nos permite encontrar la velocidad o el tiempo de un objeto en movimiento a partir de su posición o aceleración; calcular el interés o el beneficio de una inversión a partir del capital inicial o la tasa; diseñar algoritmos o programas informáticos que realicen cálculos complejos; etc. 

       En resumen, el álgebra es una herramienta fundamental de las matemáticas que nos permite resolver problemas que involucran relaciones entre variables y expresiones de forma sistemática y eficiente y generalizar los resultados obtenidos, y es una base esencial para el estudio de muchas otras áreas de las matemáticas y de las ciencias en general.
Además de lo anterior, el álgebra tiene una larga e interesante historia que se remonta a la antigua civilización babilónica, donde se desarrollaron los primeros métodos algorítmicos para resolver ecuaciones lineales y cuadráticas. El término “álgebra” proviene del título del libro escrito por el matemático persa Muhammad ibn Musa al-Jwarizmi en el siglo IX, considerado como uno de los fundadores del álgebra moderna. A lo largo de los siglos, el álgebra ha evolucionado gracias a las contribuciones de muchos otros matemáticos como Diofanto, Fermat, Descartes, Euler o Gauss, entre otros.

       Finalmente cabe mencionar que el álgebra no es una disciplina homogénea sino que se divide en varias ramas según los objetos o estructuras algebraicas que estudia. Algunas ramas importantes del álgebra son: el álgebra elemental, que introduce los conceptos básicos como ecuaciones e incógnitas; el álgebra lineal, que estudia vectores, matrices y sistemas lineales; el álgebra abstracta, que analiza propiedades generales como grupos, anillos o cuerpos; el álgebra vectorial, que trata operaciones con vectores en espacios euclidianos; el álgebra tensorial, que extiende las nociones anteriores a espacios más generales; el álgebra multilinear, que estudia funciones multilineales como determinantes o formas bilineales; el álgebra homológica, que utiliza técnicas abstractas para medir propiedades topológicas; el álgebra conmutativa, que se enfoca en anillos conmutativos como los polinomios; el álgebra diferencial, que combina derivadas con operaciones algebraicas; y el álgebra booleana, que modela la lógica binaria.

       El álgebra de Baldor es un libro de matemáticas escrito por el profesor cubano Aurelio Baldor. Se publicó por primera vez en 1941 y desde entonces se ha convertido en un clásico de la enseñanza del álgebra en América Latina. El libro contiene una introducción teórica a cada tema, seguida de una serie de ejemplos resueltos y una colección de ejercicios propuestos para el estudiante. En total, el libro tiene 5790 ejercicios, que equivalen a 19 ejercicios en cada sección en promedio.

       El libro está dirigido a estudiantes de secundaria y preparatoria, así como a profesores y aficionados a las matemáticas

       El álgebra de Baldor tiene una portada tradicional con la imagen del matemático persa Al Juarismi, considerado como el padre del álgebra. Algunas personas pensaban que el libro había sido escrito por algún árabe debido a esta portada. Además del álgebra de Baldor, también existen los libros de aritmética de Baldor enfocado a las matemáticas para primaria; la geometría y trigonometría de Baldor.

Biografía de Aurelio Baldor

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(1.906 – 1.978),

       El autor del libro que más terror despierta en los estudiantes de bachillerato de toda Latinoamérica, no nació en Bagdad. Nació en La Habana, Cuba, y su problema más difícil no fue una operación matemática, sino la revolución de Fidel Castro. Esa fue la única ecuación inconclusa del creador del Algebra de Baldor, un apacible abogado y matemático que se encerraba durante largas jornadas en su habitación, armado sólo de lápiz y papel, para escribir un texto que desde 1941 aterroriza y apasiona a millones de estudiantes de toda Latinoamérica.

El Algebra de Baldor, aun más que El Quijote de la Mancha, es el libro más consultado en los colegios y escuelas desde Tijuana hasta la Patagonia. Tenebroso para algunos, misterioso para otros y definitivamente indescifrable para los adolescentes que intentan resolver sus “misceláneas” a altas horas de la madrugada, es un texto que permanece en la cabeza de tres generaciones que ignoran que su autor, Aurelio Angel Baldor, no es el terrible hombre árabe que observa con desdén calculado a sus alumnos amedrentados, sino el hijo menor de Gertrudis y Daniel, nacido el 22 de octubre de 1906 en La Habana, y portador de un apellido que significa “valle de oro” y que viajó desde Bélgica hasta Cuba sin tocar la tierra de Scherezada.

Baldor, el grande
Daniel Baldor reside en Miami y es el tercero de los siete hijos del célebre matemático. Inversionista, consultor y hombre de finanzas, Daniel vivió junto a sus padres, sus seis hermanos y la abnegada nana negra que los acompañó durante más de cincuenta años, el drama que se ensañó con la familia en los días de la revolución de Fidel Castro.
“Aurelio Baldor era el educador más importante de la isla cubana durante los años cuarenta y cincuenta. Era fundador y director del Colegio Baldor, una institución que tenía 3.500 alumnos y 32 buses en la calle 23 y 4, en la exclusiva zona residencial del Vedado. Un hombre tranquilo y enorme, enamorado de la enseñanza y de mi madre, quien hoy lo sobrevive, y que pasaba el día ideando acertijos matemáticos y juegos con números”, recuerda Daniel, y evoca a su padre caminando con sus 100 kilos de peso y su proverbial altura de un metro con noventa y cinco centímetros por los corredores del colegio, siempre con un cigarrillo en la boca, recitando frases de Martí y con su álgebra bajo el brazo, que para entonces, en lugar del retrato del sabio árabe intimidante, lucía una sobria carátula roja.
Los Baldor vivían en las playas de Tarará en una casa grande y lujosa donde las puestas de sol se despedían con un color distinto cada tarde y donde el profesor dedicaba sus tardes a leer, a crear nuevos ejercicios matemáticos y a fumar, la única pasión que lo distraía por instantes de los números y las ecuaciones. La casa aún existe y la administra el Estado cubano. Hoy hace parte de una villa turística para extranjeros que pagan cerca de dos mil dólares para pasar una semana de verano en las mismas calles en las que Baldor se cruzaba con el “Che” Guevara, quien vivía a pocas casas de la suya, en el mismo barrio.
“Mi padre era un hombre devoto de Dios, de la patria y de su familia”, afirma Daniel. “Cada día rezábamos el rosario y todos los domingos, sin falta, íbamos a misa de seis, una costumbre que no se perdió ni siquiera después del exilio”. Eran los días de riqueza y filantropía, días en que los Baldor ocupaban una posición privilegiada en la escala social de la isla y que se esmeraban en distribuir justicia social por medio de becas en el colegio y ayuda económica para los enfermos de cáncer.

Algebra del exilio
El 2 de enero de 1959 los hombres de barba que luchaban contra Fulgencio Batista se tomaron La Habana. No pasaron muchas semanas antes de que Fidel Castro fuera personalmente al Colegio Baldor y le ofreciera la revolución al director del colegio. “Fidel fue a decirle a mi padre que la revolución estaba con la educación y que le agradecía su valiosa labor de maestro…, pero ya estaba planeando otra cosa”, recuerda Daniel.
Los planes tendría que ejecutarlos Raúl Castro, hermano del líder del nuevo gobierno, y una calurosa tarde de septiembre envió a un piquete de revolucionarios hasta la casa del profesor con la orden de detenerlo. Sólo una contraorden de Camilo Cienfuegos, quien defendía con devoción de alumno el trabajo de Aurelio Baldor, lo salvó de ir a prisión. Pero apenas un mes después la familia Baldor se quedó sin protección, pues Cienfuegos, en un vuelo entre Camagüey y La Habana, desapareció en medio de un mar furioso que se lo tragó para siempre.
“Nos vamos de vacaciones para México, nos dijo mi papá. Nos reunió a todos, y como si se tratara de una clase de geometría nos explicó con precisión milimétrica cómo teníamos que prepararnos. Era el 19 de julio de 1960 y él estaba más sombrío que de costumbre. Mi padre era un hombre que no dejaba traslucir sus emociones, muy analítico, de una fachada estricta, durísima, pero ese día algo misterioso en su mirada nos decía que las cosas no andaban bien y que el viaje no era de recreo”, dice el hijo de Baldor.
Un vuelo de Mexicana de Aviación los dejó en la capital azteca. La respiración de Aurelio Baldor estaba agitada, intranquila, como si el aire mexicano le advirtiera que jamás regresaría a su isla y que moriría lejos, en el exilio. El profesor, además del dolor del destierro, cargaba con otro temor. Era infalible en matemáticas y jamás se equivocaba en las cuentas, así que si calculaba bien, el dinero que llevaba le alcanzaría apenas para algunos meses. Partía acompañado de una pobreza monacal que ya sus libros no podrían resolver, pues doce años atrás había vendido los derechos de su álgebra y su aritmética a Publicaciones Culturales, una editorial mexicana, y había invertido el dinero en su escuela y su país. La lucha empezaba.
Los Baldor, incluida la nana, se estacionaron con paciencia durante 14 días en México y después se trasladaron hasta Nueva Orleans, en Estados Unidos, donde se encontraron con el fantasma vivo de la segregación racial. Aurelio, su mujer y sus hijos eran de color blanco y no tenían problemas, pero Magdalena, la nana, una soberbia mulata cubana, tenía que separarse de ellos si subían a un bus o llegaban a un lugar público.
Aurelio Baldor, heredero de los ideales libertarios de José Martí, no soportó el trato y decidió llevarse a la familia hasta Nueva York, donde consiguió alojamiento en el segundo piso de la propiedad de un italiano en Brooklyn, un vecindario formado por inmigrantes puertorriqueños, italianos, judíos y por toda la melancolía de la pobreza. El profesor, hombre friolento por naturaleza, sufrió aun más por la falta de agua caliente en su nueva vivienda, que por el desolador panorama que percibía desde la única ventana del segundo piso.
La aristocrática familia que invitaba a cenar a ministros y grandes intelectuales de toda América a su hermosa casa de las playas de Tarará, estaba condenada a vivir en el exilio, hacinada en medio del olvido y la sordidez de Brooklyn, mientras que la junta revolucionaria declaraba la nacionalización del Colegio Baldor y la expropiación de la casa del director, que sirvió durante años como escuela revolucionaria para formar a los célebres “pioneros”. La suerte del colegio fue distinta. Hoy se llama Colegio Español y en él estudian 500 estudiantes pertenecientes a la Unión Europea. Ningún niño nacido en Cuba puede pisar la escuela que Baldor había construido para sus compatriotas.

Lejos de la patria
Aurelio Baldor trató en vano de recuperar su vida. Fue a clases de inglés junto a sus hijos a la Universidad de Nueva York y al poco tiempo ya dictaba una cátedra en Saint Peters College, en Nueva Jersey. Se esforzó para terminar la educación de sus hijos y cada uno encontró la profesión con que soñaba: un profesor de literatura, dos ingenieros, un inversionista, dos administradores y una secretaria. Ninguno siguió el camino de las matemáticas, aunque todos continuaron aceptando los desafíos mentales y los juegos con que los retaba su padre todos los días.
Con los años, Baldor se había forjado un importante prestigio intelectual en los Estados Unidos y había dejado atrás las dificultades de la pobreza. Sin embargo, el maestro no pudo ser feliz fuera de Cuba. No lo fue en Nueva York como profesor, ni en Miami donde vivió su retiro acompañado de Moraima, su mujer, quien hoy tiene 89 años y recuerda a su marido como el hombre más valiente de todos cuantos nacieron en el planeta. Baldor jamás recuperó sus fantásticos cien kilos de peso y se encorvó poco a poco como una palmera monumental que no puede soportar el peso del cielo sobre sí. “El exilio le supo a jugo de piña verde. Mi padre se murió con la esperanza de volver”, asegura su hijo Daniel.
El autor del Algebra de Baldor se fumó su último cigarrillo el 2 de abril de 1978. A la mañana siguiente cerró los ojos, murmuró la palabra Cuba por última vez y se durmió para siempre. Un enfisema pulmonar, dijeron los médicos, había terminado con su salud. Pero sus siete hijos, quince nietos y diez biznietos, siempre supieron y sabrán que a Aurelio Baldor lo mataron la nostalgia y el destierro.
(Revista Dinners, Colombia-2000).